Comentado con lo que sea por favor.... Y mil gracias a todos!
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-¡Fiu fiu!
-¡Guapísima!
-Tías, ¿a dónde voy yo así?
-A tener la mejor noche de tu
vida.
-Pero… no voy demasiado…
-Vas perfecta Marta.
-Jope, gracias –me acerqué y abracé a las cuatro.
-Suelta, que te vas a despeinar o algo, y tienes que estar
perfecta –dice Marina separándome de ella.
-Boba… ¿Pero se puede saber qué habéis hecho?
-Nosotras ya hemos hecho todo lo
que teníamos que hacer, ¿no? –dice Nagore poniendo sus brazos en jarra y mirando
a Marina, que asintió. Me sentía observada.
De pronto, llamaron al timbre. No
sé por qué, pero los nervios se apoderaron de mí. Las chicas me empezaron a
decir que me cogiese el bolso y que saliese, que me estaba esperando abajo.
Bajaba el ascensor taconeando,
impaciente. Me miré al espejo. Llevaba un vestido con la parte de arriba blanca
de un solo tirante y a la altura de la cintura como un cinturón de piedrecitas
marrones, dejando una falda con vuelo negra por encima de las rodillas y unos
tacones a juego con esta. Llevaba el pelo rizado y recogido con una especie de
corona de florecitas blancas. Mis labios estaban coloreados de un rojo pasión,
que resaltaba junto a mis ojos perfectamente pintados. Llegué al piso de abajo y lo vi allí, en la
puerta, apoyado en una columna. Iba perfecto. Pantalones negros, camisa blanca
con un par de botones desabrochados, y una americana a juego con los
pantalones. Sencillo, pero perfecto. Me miró y a poco se le cae el móvil.
Ninguno sabía qué hacer, estábamos demasiado empanados. Me acerqué poco a poco
y le di un pequeño beso en los labios.
-Guau… Estás… Preciosa.
-Eh… Gracias –dije sonriendo. –En
realidad han sido las chicas, yo no he hecho nada, je –agaché la cabeza. ¿Por
qué estaba tan nerviosa?
-Eh, ¿vamos? –dijo tendiéndome su
brazo. Lo agarré, segura.
-Vamos.
[…]
Llegamos a su portal y me tapó
los ojos con un pañuelo.
-Blas, ¿Qué haces?
-Confía en mí –no dije nada más.
Notaba sus manos en mi cintura conduciéndome hacia el ascensor, y tras salir de
él, me llevó hasta su piso. Dejé de sentirlo por un momento, pero escuché cómo
la puerta se abría, y una presencia detrás de mí.
-Te quiero –me susurró al oído.
Mi piel se erizó, y sonreí inconscientemente. Poco a poco me quitó la venda, y
mi vista se fue haciendo a la tenue luz que provenía del interior de la casa.
Caminé por el pasillo que estaba lleno de pétalos de rosa y llegué al salón.
Estaba perfectamente ambientado, con velitas y una luz ambiental apagada que
hacía todo mucho más íntimo.
-¿Te gusta?
-Es… precioso –esbocé una
sonrisilla. –Es perfecto Blas –me giré hacia él.
-Para una chica perfecta.
-¿Por qué has hecho todo esto?
-Te lo mereces.
-No, no me lo merezco. Yo no he
hecho nada especial Blas, a mi jamás se me habría ocurrido la idea de hacerte
algo así –una lágrima cayó por mi mejilla. Blas la secó rápidamente.
-Con tenerte me es suficiente
Marta. Te amo. Y Tan solo estando a mi lado me haces el hombre más feliz del
universo.
-No, no lo entiendes, yo… Joder,
yo te amo, lo sabes, pero esto es tan maravilloso, que me da miedo de que sea
un sueño y no quiero despertar. Porque todo tiene un final, y me da miedo que
todo esto termine, que me dejes, que sea otra a la que le hagas estas
sorpresas… No sé, yo… siento que no te merezco. Que eres demasiado para alguien
tan insignificante como yo, que no me merezco nada de lo que me está pasando
porque no he hecho nada para merecérmelo.
-Mi niña… el que no te merece soy
yo. Haces muchísimo más de lo que crees.
Te voy a confesar algo. Siempre te he querido, desde cuando éramos pequeños y
nos conocimos en aquel rincón del parque. Cuando te fuiste lo pase mal. Era muy
pequeño para saber lo que era el amor, pero no sé… sentía algo inexplicable. A
partir de ese día me uní más a Marina porque sabía que era la única manera de
mantenerme en contacto contigo, o al menos saber de ti. Nunca he tenido el
valor de confesarlo, o de ir a por ti. Teníamos… ¿8 años? Suponía que habías
rehecho tu vida, era lo lógico, eras un
amor platónico. Yo lo intenté, pero eras tú la única que estaba en mi
cabeza. Decidí esperarte. Y cuando te vi en la estación… esa sensación que
hacía 10 años que no sentía explotó en mí. Y ahí comprendí que fuiste, eres, y
serás la única. Te amo. Y ya por el simple hecho de que fueses a Murcia y me
aclarases mis sentimientos tienes el cielo ganado. Te amo Marta –me acarició la
mejilla quitándome las lágrimas que caían por ellas.
-Gilipollas, ya has hecho que se
me valla el maquillaje a la caca –rió por mi comentario. Anda que yo también…
-Tú estás guapa con todo.
-Buen chiste.
-No es un chiste.
-Pues a mí me lo parece.
-Pues muy mal porque tengo razón.
-Que no.
-Que sí.
-Cabezón.
-Guapa.
-Que no…
-Preciosa.
-Mira que eres tozudo eh…
-¿Tozudo? ¿Eso qué es? –reí ante
su comentario.
-Te amo –dije, y tras ello, le
besé con ganas. –Gano yo.
-Ya veremos… ¿Cenamos?
-Claro.
[…]
Terminamos de cenar y pusimos una
película. Nos sentamos en el sofá y apoyé mi cabeza en su pecho. Me acariciaba
el pelo suavemente, yo me dejaba hacer. Me relajaba, me sentía feliz, completa.
Solo se oía la tele. ¿Para qué hablar y romper la magia del momento? Pronto
termino la película. Noté la mano de Blas bajar por mi brazo, hasta llegar a mi
cintura. Con un ágil movimiento y sin que él se lo esperara, me senté encima suyo
y lo miré pícaramente.
-Así que el señorito quiere
jugar… -dije dándole pequeños besos en el cuello.
-Puede… -dijo acariciándome y
haciendo que me estremeciera.
-Pues que empiece el juego –y,
sin esperármelo, me cogió en brazos y me dio un beso apasionado. Fue directo a
la habitación. Iba desabrochándole poco a poco los botones de su camisa, pronto
la cremallera de mi vestido estuvo bajada. La ropa sobraba. Me tiró en la cama
y se puso encima de mí, besándome de nuevo. Reíamos como dos tontos enamorados.
Se me ocurrió una cosa y me separé un momento de él.
-Oye… ¿Estás seguro de que Marina
no va a aparecer ahora y nos va a cortar el rollo, no? –se quedo serio y me
miro a los ojos. Al segundo los dos reímos.
-Espero que no… Nada ni nadie va
a estropear este momento –sonreí y le mire a los ojos, esos ojos tan
hipnotizantes que me habían enamorado locamente de él. Lo atraje hacia mí,
haciendo que me besara. Y entonces, nos unimos. Dos cuerpos en uno, bailando al
compás de la marea. Una melodía que solo nosotros dos podemos componer. Sentimientos,
placer. Todo en uno. Una sensación imposible de explicar. Una historia en la
que nosotros marcamos el principio y el final. No hay prisa, solo amor. Amor y
ganas. Muchas ganas. Y así, acabamos la noche. Siendo simplemente felices.
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