*Narra Blas*
Marta me llamó diciéndome que si
un amigo se podía quedar conmigo hoy. La verdad, eso de “un amigo” me sentó
mal. ¿Para qué quiere que se quede un amigo conmigo? ¿Y en mi casa? En fin,
accedí sin muchas ganas, pero todo sea por ella, ya hablaremos más
tranquilamente. Pasé a casa de Marina lo antes que pude, menos mal que vivíamos
cerca, porque si no, no daba para transporte… Cuando llegué me abrió ella, y
allí estaba él. Un chico rubio, de ojos verdosos, algo despeinadillo pero con
estilo. Estaba con Marina. Marta explica que Carlos se quedaba conmigo y que
nos veíamos esta noche para celebrar el cumpleaños de Marina.
Carlos y yo salimos de allí y
ponemos camino a mi casa. Mi madre no sabe nada, espero que no ponga ningún
problema. Al principio estamos los dos en silencio. Quiero decir muchas cosas,
pero no sé cómo empezar. Menos mal que él rompe el hielo.
-Bueno, como habrás oído soy
Carlos. Soy de Alicante. Bueno, el cómo me conoce Marta es un tanto curioso,
nos conocimos en el tren, de camino a aquí a Murcia. Nos tocó juntos y
empezamos a hablar y tal. Y bueno, somos buenos amigos, nada más. Como también conozco
a Marina, me ha invitado a la fiesta para que arregle con ella un asuntillo, la
última vez que nos vimos acabamos mal y bueno…
-Ah… yo soy Blas, el novio de
Marta –digo resaltando la última frase. Lo del tren no lo sabía, y he de
reconocer que me sentó fatal... –De mi no hay mucho que contar, las conozco a
las dos desde que éramos pequeños y bueno… -llegamos a mi casa. Me encuentro
una nota de mi madre diciéndome que ha ido a la capital a ver a mi abuela, que
le tenían que hacer unas pruebas, y que estaría solo un par de días. Esta mujer
no puede llamarme no, aquí a lo rudimentario… Por suerte, ya había dejado la
comida hecha.
Comimos mientras charlábamos un
poco. El chico es majo, hacía bromas de vez en cuando y me lo pasaba bien con
él, pero aun así no lo terminaba de tragar. Algo trama, no sé… creo que quiere
o tiene algo con Marta. Bueno, da igual. Terminamos, descansamos y nos
preparamos para la fiesta. Tenía que hablar con Marta. Era solo mía.
*Narra Marta*
Vuelvo al salón y me encuentro a
Marina como plof. Sé cuál es el motivo. Me siento a su lado y le levanto la
cabeza.
-¿Por qué no admites ya que le
quieres?
-Porque no le…
-Marina –le interrumpo. –No te
engañes a ti misma. Deja de darle vueltas a la cabeza y escucha a tu corazón.
Por más que digas que no sientes nada por Carlos, sabes que no es así. Que ese
abrazo que le has dado al verlo en la puerta lo necesitabas, no era un abrazo
cualquiera. Deja de ser tan cabezona, ni que fueses maña… -ríe.
-Es que no quiero sentir nada
Marta, no quiero. Yo lo he pasado muy mal, me han hecho mucho daño, por ello he
ido estos últimos años de flor en flor. No quiero enamorarme, tengo miedo a
volver a sufrir como ya lo he hecho.
-No tengas miedo a enamorarte, es
algo esencial en la vida. Que otros capullos a los que como encuentre, los
mato, ya te lo digo, te hayan hecho daño, no significa que él valla a ser
igual. Sabes que él siente lo mismo hacia ti. ¿Entonces?
-Pf… es que…
-Hazme caso y escucha a tus
sentimientos. Y sobre todo disfruta de cada momento, ¿vale?
-¿Qué haría yo sin ti?
-Nada, está claro… -las dos
reímos y nos fundimos en un abrazo.
-Gracias.
-No me las des.
-Que sí.
-Que no.
-¡Que caiga un chaparrón!
-¡Con azúcar y limón! –las dos
empezamos a reír como retrasadas.
-¿Pero no era con turrón?
-Que va, era con limón, de toa la
laif.
-Pues yo siempre he dicho turrón,
soy más golosa.
-I know –seguimos riéndonos y
diciendo chorradas hasta que nos caemos al suelo. Justo en ese momento llegan
sus padres. Al ver sus caras aún me dio más la risa, y claro, de esto que te
encanas y parece que te ahogas… Pues eso, je.
Cuando nos calmamos, ayudamos a
hacer la comida, ya que al ser el cumple de Marina, venía su familia. La comida
pasó tranquila, entre anécdotas de cuando esta era pequeña, chistes por parte
de su tío, etc. Estuvo bastante bien para ser una comida familiar. Poco a poco
se fueron yendo, y nosotras fuimos a arreglarnos.
-Te envidio so puta.
-Pues anda que yo a ti guarra…
-Ese vestido te queda perfecto
Marina, vas a arrasar.
-Se intentara…
-A ver tía, tienes ya 18, o sea, ¡disfruta
de esta noche y ya está!
-¡Claro que sí!
-¡Así me gusta!
-Ale pues, vámonos, que al final
las que llegaremos tarde seremos nosotras.
-Seh, bueno, los cinco minutos de
retraso para quedar bien, no más…
-Tonta... ya verás estos…
-Anda, vamos.
[…]
-Menos mal que los tardones éramos
nosotros…
-A callar, que estas
preciosidades llevan su tiempo –digo sacándoles la lengua. Noto a Blas muy
distante. Ni siquiera me devuelve el beso. ¿Qué le pasa a este ahora?
-Marina, id yendo vosotros, nos
vemos en el restaurante, ¿vale?
-Vale… hasta ahora –dice mientras
se alejan.
Blas esta callado, con las manos
en los bolsillos.
-Vale, a ver, ¿se puede saber qué
te pasa?
-No me pasa nada…
-Sí, claro, y yo soy tonta… ¿Qué
bicho te ha picado?
-¿Cómo conociste a Carlos?
¿Tienes algo con él? –suelto una carcajada. No me lo puedo creer.
-¿Perdona?
-Responde.
-¿Me estás hablando en serio
Blas?
-Totalmente.
-No me lo puedo creer… o sea,
¿Estás insinuando que tengo algo con Carlos?
-No sé, tú sabrás, como no me
respondes…
-Estoy flipando… Esto no me lo
esperaba de ti…
-Ves, lo sabía, sabía que algo
teníais, yo…
-Tú eres gilipollas, eso es lo
que eres –una lágrima cae sobre mi mejilla. –Conocí a Carlos en el tren, de
camino a aquí, nos toco al lado y empezamos a charlar. Le he invitado aquí
porque él está enamorado de Marina, Blas, y ella también de él, y tenían que
hacer las paces, porque la última vez que se vieron acabaron mal, y no…
-suspiro –yo quiero que ellos dos sean felices, y si están separados no lo son,
¿entiendes?
-Yo…
-No, tú nada –las lágrimas salían
de mí solas, su desconfianza me dolía. –Es que no me puedo creer que desconfíes
de mí… ¿Y ahora cómo confío yo en ti si tú no confías en mí?
-No Marta, lo siento, no…
-Ya, no querías. Que… yo… joder –salí
corriendo, no aguantaba más delante suyo. Corría sin rumbo, las lágrimas no me
dejaban ver. Poco a poco noté como me faltaba el aire, me ahogaba en mi propio
llanto. ¿Por qué se me nublaba la vista? Noté como me cogían de las manos y me
abrazaban.
-Lo siento mi niña, lo siento
mucho, perdóname por favor, te necesito. He sido un gilipollas, no me podrías
haber definido mejor, y sé que no te merezco, pero por favor no me dejes, te
necesito, lo siento, lo siento, lo siento –él también lloraba. Esta situación
me podía. Me empezaban a fallar las piernas, la cabeza me daba vueltas. No veía
nada, solo oía a Blas decir mi nombre…
[…]
Abrí los ojos poco a poco. Vi a
Blas llorando delante de mi, acariciándome el pelo. Estaba tumbada, con la
cabeza en su regazo. Estábamos en una zona de césped en la cual no había nadie.
-Dios Marta –me abrazó y me besó
como nunca antes lo había hecho. Empecé a recordar nuestra pelea, cómo me pidió
perdón, y… no recuerdo nada más. Me incorporé poco a poco. –Lo siento mucho mi
niña, he sido un inútil, yo… -le callé con un beso.
-Ya está, ¿vale? Olvidemos todo
esto.
-¿Eso significa que me perdonas?
-Cómo no voy a perdonar a la
persona a la que más quiero en esta vida… -Blas me volvió a besar. Sus besos
eran adictivos.
-Te amo demasiado, no sé cómo me
soportas.
-Anda, calla y vamos hacia el
restaurante, que Marina se debe estar preocupando…
-Está bien, vamos.
-Ah, estoy bien, ¿OK? No ha
pasado nada de esto.
-Pero…
-Nada de peros. No es la primera
vez que me pasa, y no será la última. Soy propensa a los mareos y desmayos,
pero sigo normal, estoy bien. No digas nada, vamos –fuimos hacia el
restaurante, allí estaban todos esperando.
-¡Por fin! Estaba por ir a
buscaros… -dice Marina viniendo hacia nosotros. Blas saluda a todos y Marinus
me presenta. Cenamos entre risas, son todos super majos. Terminamos y fuimos a
una discoteca. No era muy grande, pero había buen ambiente y buena música.
Pedimos y cogimos sitio, un par de sofás que estaban haciendo esquina. La mayoría
se sentaron, pero yo quería bailar. Cogí a Marina y la saqué a la pista.
-Me tienes que contar por qué habéis
tardado tanto –me dice ella.
-Ya te contaré, no es muy bueno…
¿Y tú con el rubio? –Marina esbozó una sonrisilla. –Aquí hay amor… -las dos
reímos.
-No sé tú, pero yo quiero provocarles
–dijo mirándolos disimuladamente. Blas y Carlos estaban hablando mientras nos
miraban. Le giñé el ojo como gesto de aprobación y nos juntábamos mientras
bailábamos sensualmente. Miré a Blas, él me miraba mordiéndose el labio. Estaba
cumpliendo mi objetivo, y Marina también. Carlos no le quitaba el ojo de
encima, estaba inquieto.
Esta noche quería jugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario